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La Capilla Mudéjar

Esta capilla constituye una representación ejemplar de la altura que alcanzó el arte mudéjar en la ciudad de Córdoba, junto con la Sinagoga y la Capilla Real en la Mezquita-Catedral.

DATACIÓN DE LA CAPILLA.

Ha habido distintas hipótesis respecto a la fecha de construcción de la capilla. Si bien el carácter arcaizante de su arquitectura podría sugerir una construcción de principios o mediados del siglo XIV, parecería poco probable que se pudiera erigir una capilla funeraria católica en plena Judería en fecha anterior a la expulsión de los judíos en 1391, y la constitución de la collación, que comienza a estar reflejada en 1402. Se podría datar la capilla por tanto en la primera mitad del siglo XV.
Es una capilla funeraria, construida bajo la advocación de Santiago, como demuestra la existencia de una concha en relieve en el modillón de rollos que hay justo encima de la clave del arco de entrada a la capilla. El grosor de sus muros y su lujosa decoración evidencian una construcción bien costeada, fundada por algún miembro de la nobleza para enterramiento. Así, en un documento de 1475 se hace alusión a la capilla de Santiago, en la iglesia de San Bartolomé, donde estaba enterrado don Gómez Fernández, tal vez el propio promotor de la edificación.


Concha en relieve sobre modillón de rollo, indicando probablemente la advocación a Santiago. El modillón de rollos es un elemento en ménsula de la arquitectura árabe y mozárabe, que aparece por primera vez en la Mezquita de Córdoba, en la transición entre los arcos y columnas de las naves.


El acceso a la cripta, no accesible por el momento, se efectúa por la lápida gris que se halla en el pasillo de comunicación con la capilla mayor de la iglesia. En siglos posteriores pasó a ser enterramiento de capellanes de la Catedral, como atestigua la documentación y la lápida blanca situada en la entrada a la capilla.



Lápida funeraria. Sepultura de D. Diego Francisco de Orellana, Capellán Perpetuo de la Santa Iglesia de Córdoba y de sus parientes. Año 1677


Entrada a la cripta bajo la capilla. Se cierra con una losa de la llamada "piedra negra de Córdoba", un caliza micrilítica de las canteras cercanas, empleada desde época medieval en portadas, umbrales, escaleras y solerías de la arquitectura cordobesa.


LA ARQUITECTURA DE LA CAPILLA.

Como se explicó en el Contexto Histórico, cuando los cristianos toman Al-Andalus, gobiernan sobre una población mayoritariamente musulmana, que mantendrá sus costumbres y cultura durante mucho tiempo. Etimológicamente, mudéjar procede de “mudayyan” (aquél a quien se le ha permitido quedarse), es decir, el musulmán que permanece en su tierra tras la llegada de los cristianos, conservando su religión, lengua y costumbres. De ahí surge el arte mudéjar, un estilo arquitectónico propio de la tradición musulmana que se desarrolla en época cristiana y que será muy del gusto de los reyes y de los principales linajes de la nobleza local, a los que les recuerda, en cierto modo, el estilo de vida de los sultanes nazaritas.
Mudéjar es la llamada “carpintería de lo blanco”, o artesonado, que consiste en cubrir el edificio con cubiertas de madera en vez de hacer bóvedas de piedra, como en el pórtico de entrada a la capilla y en algunas de las iglesias fernandinas, la mampostería o muros y relieves de ladrillo – la piedra es costosa – y la decoración con motivos no figurativos. Los musulmanes no pueden emplear la representación de las figuras humanas, ya que se podría tratar de un rasgo politeísta (la adoración a una figura humana) opuesta al monoteísmo de su religión.
La capilla es una construcción de 9 metros de longitud por 5 metros de anchura, cerrada por gruesos muros de sillares dispuestos a soga y tres tizones – aparejo empleado en Córdoba desde época califal -, muchos de ellos con marcas de cantero. En ella se aprecia perfectamente la arquitectura gótica de los maestros canteros cristianos y la decoración mudéjar de los alarifes (obreros) y artesanos mudéjares.


Aparejo del muro de la Capilla a soga y tres tizones, característico de la arquitectura califal y almohade. Se aprecia también en otros monumentos cordobeses como la Torre de la Calahorra.


Distintas marcas de cantero

La influencia del gótico burgalés hace acto de presencia en las dos bóvedas de crucería gótica con espinazo -decorado con zigzag-, y guarnición de cuatro pequeñas bovedillas de crucería en los ángulos –ya empleadas en el Monasterio de las Huelgas de Burgos-. El espinazo tuvo amplia repercusión en Córdoba durante el s. XIV (San Miguel, San Lorenzo, San Hipólito y San Agustín) e incluso en el último tercio del XV (Santa Marta). Las claves de estas bóvedas lucen ornato vegetal, salvo la central en la que se talló la rueda de los vientos.


Las pinturas murales de las bóvedas de esquina representan a Santa Victoria – a la derecha – portando la palma del martirio y los dardos con los que fue martirizada.Los escasos vestigios de la parte central han sido identificados con una Virgen.
Entre las dos lámparas, se observa el espinazo uniendo las dos bóvedas de crucerías.
Las lámparas provienen de uno de los pabellones de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, comisariada por el que fuera alcalde de Córdoba entre 1924-1925, José Cruz Conde.

La huella mudéjar se hace visible principalmente en las portadas y en las yeserías.
El acceso principal a la capilla se realiza por una doble portada mudéjar que hacia el exterior sigue un modelo gótico primitivo, con algunos elementos de tradición hispano-musulmana como la decoración en zigzag del arco o su enmarcado mediante un alfiz o marco rectangular que en este caso se conforma mediante las columnillas apeadas por ménsulas y el tejaroz superior sobre modillones de rollo. Esta solución se podría enmarcar en lo que se conoce como "mudéjar en piedra" ("BORRÁS GUALIS, G. El arte mudéjar. Instituto de Estudios Turolenses. Diputación Prov. de Teruel, 1990, p. 182.").
En las albanegas lucen dos escudos con el campo liso, en alusión a la importancia del personaje sepultado en la capilla. Puede que no se llegaran a labrar las piezas o figuras que los blasonaban, o que con posterioridad fueran raspados, si cambió de propietario.
Hacia el interior, la portada se transforma en un arco angrelado y apuntado con alfiz, que hoy sólo conserva yeserías en los arranques y en las albanegas. Una cinta, con motivo que recuerda al contario, bordea el alfiz y se repite en el extradós del arco, en cuya clave hace un nudo. Según Santos Gener, son motivos típicamente granadinos del s. XV. (SANTOS GENER, S. DE LOS. 'La Ermita de San Bartolomé o Capilla del Hospital del Cardenal Salazar'. B.R.A.C., 1931, n. 30, p. 45.).

LA DECORACIÓN INTERIOR.

Se distinguen tres estilos distintos: el de los paramentos, el de la portada principal – ya descrita -y el de los arranques de la puerta pequeña junto al altar. En los primeros aparecen motivos epigráficos, heráldicos, ataurique y lacería.
Los motivos epigráficos o escritura. Recurso muy empleado en la decoración árabe. Se alternan inscripciones en caracteres africanos o nasjí y otras de caracteres cúficos, que se desarrollan sobre un fondo de ataurique (motivos vegetales) con incisiones.
En la primera faja o inferior, en la tercera y en la que corre por encima del andén de merlones se repite la frase "la prosperidad continuada", en caracteres cúficos; en tanto que en la segunda y la cuarta, en caracteres africanos, se lee: "la eternidad para Allah. La gloria para Allah". Estas alabanzas fueron muy frecuentes en el mudéjar y se pueden contemplar repetidas en numerosos ejemplos dentro de la ciudad y fuera de ella, si bien van perdiendo su inteligibilidad, es decir dejan de formar palabras o frases completas, ya que la población paulatinamente va empleando el castellano antiguo y perdiendo la lengua árabe. Aquí, es sorprendente que, casi doscientos años después de la conquista cristiana, se construya un templo católico con invocaciones a Allah perfectamente legibles.

Bandas con alabanzas a Allah.


La decoración heráldica, o empleo de los escudos de armas de los distintos linajes o ciudades. Se emplea el escudo de la Banda, instituida por Alfonso XI y utilizada por él y sus descendientes para premiar la lealtad de los nobles. Este escudo de la Banda se alterna con la lacería, originada por una estrella de ocho puntas de manera que se alternan repetitivamente las ruedas en cuyo centro hay una flor en relieve y aquéllas que albergan el escudo de la Banda sobre un fondo de ataurique o motivo vegetal. Se cubren así las paredes con un sistema decorativo geométrico, en el que el citado escudo ha sido utilizado con carácter marcadamente recurrente, provocando en el espectador esa perseguida sensación de infinitud del mundo islámico.
Santos Gener estableció relaciones entre estas yeserías y las toledanas del s. XIII; sobre todo, con el friso alto de Santa María la Blanca.
Como en los arrimaderos de la Alhambra, los Reales Alcázares de Sevilla o la cercana Capilla Real en la Mezquita-Catedral de Córdoba, la capilla de la antigua iglesia de San Bartolomé fue revestida por un vistoso zócalo de alicatado, técnica muy costosa, que se ha conservado mejor en los muros sur y oeste. Un andén de merlones, en ocasiones blanco sobre fondo negro (muro N) y en otras con estos colores invertidos (muros S y O), enmarca el zócalo. No hay relación entre estos alicatados y los de la Capilla Real y algunos frentes de altar en la Mezquita-Catedral, donde las piezas son más pequeñas y uniformes en el color.
Con motivo de la restauración, el altar fue decorado con un fondo estrellado y policromado, imitando el de la Capilla Real de la Mezquita-Catedral. También la portada y las yeserías fueron asimismo restauradas a partir de la conservación de algunos vestigios de la primitiva policromía.
La solería mudéjar es una de las pocas originales de época bajomedieval que se conservan en Córdoba. Se compone de ladrillos vidriados – algunos con leones rampantes, y olambrillas. Unos azulejos de ascendencia nazarí, fechados en el XV fueron descubiertos en la contrahuella del escalón del altar y se trasladaron al Museo Arqueológico. Representan interesantes escenas que han sido interpretados como alegorías de los sentidos.